Miguel A. Martínez-Cabeza se da un paseo por las librerías parisinas y su descripción de, entre otras, la librería-biblioteca Shakespeare & Co., nos deja babeantes: El librero de Notre Dame.
«Libros y revistas lo inundan todo dejando islas como el pequeño pozo de los deseos lleno de peniques, un catre aquí, o un fregadero entre los anaqueles allá. Los libros rebosan a la calle en cajones de madera y estanterías enmarcando los escaparates. Lo me más me sorprendió, aparte de un siniestro joven comiendo pollo al vino de una fiambrera en medio del laberinto bibliográfico, fue que todos los fondos de las habitaciones de arriba son sólo de consulta. ¿Para quién? Para el visitante reincidente, porque una visita da para poco, y para el residente, ya que la librería da asilo a escritores en ciernes a cambio de un par de horas de trabajo. La idea de librería-biblioteca-refugio la tomó George Whitman de la primera Shakespeare & Co. de la rue de L’Odéon, en donde Sylvia Beach creó un imán literario que atrajo desde los años veinte a escritores como Faulkner, Hemingway, Paul Valéry o Gertrude Stein, y a donde llegó un irlandés con una novela que había tardado siete años en escribir a ver si alguien allí la publicaba.»