Miguel Esquirol apunta la importancia de la memoria sentimental a la hora de construir un texto literario, utilizando como ejemplo dos novelas de 1966 que tuvieron autores separados por un océano, Juan Marsé con Últimas tardes con Teresa y Manuel Puig con Boquitas pintadas. Recuerdos y folletines.
«Pero más allá que encontrar algo valioso en formatos populares, en este tipo de espacios donde los escritores realizan una recuperación sentimental de su propia geografía. Los folletines y las películas no sólo tuvieron una presencia importante durante su infancia, sino en algunos casos se convirtieron en los únicos espacios donde los escritores lograrían encontrarse a si mismos. Estos textos los formaron sentimentalmente en una edad y una época donde esta construcción sería vital. Vieron la vida en forma de aventuras cinematograficas o románticas, de la misma manera que sus personajes de ficción lo hacían, de James Dean al capitán Blood. Y si bien después acudirían a otros escritores, quedaría la marca de la literatura en la que nacieron.»