Los que estudiamos periodismo hace años aún teníamos como regla inviolable la constatación y el reconocimiento de las fuentes de las informaciones. Hoy eso es bastánte utópico en muchos casos, no sólo en el mal llamado “periodismo” del corazón sino también en la extraña relación que se establece entre los medios tradicionales digitales y las bitácoras personales. Rodrigo Fino habla de ello en ¿De quién es esa noticia?.
«El trabajo periodístico es la búsqueda de la información y las fuentes, cualquiera que que sea, son una manera de llegar a ella y sabemos que las fuentes institucionales, sean públicas o privadas, desarrollaron una tremenda habilidad para que no se dude de sus datos, no se repregunte y nada se salga del control de la información tal cual ellas quieren que salga publicada un noticia que los despachos de prensa elaboran con suma precisión. La fuente no siempre tiene razón y sus datos muchas veces no le sirven a nadie pero, en el mejor de los casos, el tema del cual nos quieren hacer hablar, tiene, al menos, un interés público para las audiencias y por ende comienza, o debería empezar, el trabajo periodístico en serio que es contrastar, confirmar, ampliar y valorar la información pensando en las audiencias, no en las fuentes.»