Habrán visto el anuncio de esos extraños seres mecánicos que se mueven con el viento sobre la arena de una playa; al salir en un comercial parece que pierde interés, pero las obras de Teo Jansen son fascinantes. En Criaturas de un «Leonardo» holandés Víctor Rodríguez escribe sobre el escultor holandés.
«De la misma forma que el Creador eligió proteínas para dar vida a los animales, él buscó un material. Y lo encontró en el plástico, («mi propia proteína»), concretamente en los tubos para conducir los cables por dentro de las casas, un material flexible de color amarillento en forma de tubo que se vende a 10 céntimos el metro en cualquier ferretería. Un animal de playa grande (10 metros de largo, cuatro de ancho y cuatro de alto) cuesta 100 euros en plástico. Además, usa celo, bridas sujetacables también de plástico, botellas de limonada y una mezcla de grasa para rodamientos, agua y gel de ducha Sanex (con Dermoprotector) como lubricante.
Durante 17 años Jansen ha vivido para sus estructuras. El proceso, formidablemente documentado e ilustrado en el libro-DVD The Great Pretender, recién publicado en holandés y en inglés por la editorial 010 Publishers de Rotterdam y del que se han extraído estas imágenes, ha absorbido al artista, que llegó a estudiar Física en Delft, pero dejó la universidad sin terminar la carrera.»