Federico Fernández Giordano escribe sobre el persnaje del capitán Ahab, destacando en él su determinación a la hora de enfrentarse a su destino, aún sabiendo el resultado final de esa batalla. El corazón de Ahab.
«La conducta irresponsable y pertinaz del capitán Ahab es un monumento a la constancia humana, pero también a su irracionalidad. En él existe una ciega ambición, un reclamo que lo empuja hacia lo imposible, y de algún modo esto lo redime en un mundo caracterizado por fines y causas posibles. La suya es una determinación que rivaliza con las fuerzas de la naturaleza y de la tragedia clásica, contraviniendo el destino, y, aunque su sino sea ceder finalmente a esas fuerzas ingobernables, Ahab se sumerge en las aguas desafiando, plantando cara al “fatum”, a sabiendas de que esa batalla que acabará perdiéndolo es también su particular forma de salvación.»