Ya se sabrán la historia de Paul Potts: aparece en un programa buscatalentos en Inglaterra, y deja pasmados a todos al cantar un aria de ópera; todos nos quedamos con lo que nos venden: triunfo del talento natural de un hombre que pasó de la nada a la fama en cuestión de segundos. Pues no: Rafael Marín destaca cómo este hombre luchó durante años por conseguir su sueño, una lección de esfuerzo y tenacidad que no se debiera obviar. Nadie duerma.
«Es bueno que exista Paul Potts, y es bueno que sirva para recordarnos que el éxito en esta vida no te lo regala nadie, sino que hay que salir a cazar ese mamut todos los días, aunque no tengas las armas que ahora todo el mundo valora estúpidamente: juventud, belleza, la cabeza hueca y la convicción de que en este mundo sólo puede “triunfar” (sea lo que sea eso de triunfar) si le echas cara dura y no pegas un palo al agua. En una sociedad civilizada, occidental y democrática donde anteponemos esos valores de quita y pon y con fecha de caducidad a los del trabajo riguroso y el esfuerzo, el deslumbre hacia fuera que la satisfacción hacia adentro, menos mal que al menos la lotería de la vida hace justicia una vez y reconoce que Cenicienta también tiene sus derechos. Como la canción que entonó para pasmo del mundo, Paul Potts demostró que no todo el mundo está dormido, aunque esté soñando.»