David Huerta recuerda a Laika, la perra cosmonauta, y la reivindica como, quizás, única mente inocente que percibió el mundo entero: Ladrido de cosmonauta.
«Laika fue una curiosa celebridad. No daba entrevistas, pero se dejaba fotografiar sin reparos. Casi sobra decirlo: todas sus imágenes eran oficiales y estaban aprobadas por el Politburó. Recuerdo en mi barrio, a lo largo de los late fifties, a algunas perritas bautizadas “Laika”; pero, claro, eran mascotas de canófilos tendientes al rojo. El nombre no prosperó gran cosa; si hubo chistes sobre la perrita, no los recuerdo. Laika pasó al archivo muerto y ahora la revivimos por el cincuentenario de su vuelo orbital.»