Cuando era niño tenía miedo a cerrar las contraventanas de mi habitación. Debía sacar las manos por la ventana hacia la oscuridad de la noche, agarrar las contras de madera y cerrarlas. Apenas uno segundos, pero en ese breve trayecto se me erizaba el pelo y había de cerrar los ojos para no ver. El pánico era la posibilidad de que algo o alguien me agarrase las manos mientras estaban en el exterior. Aún hoy, cuando me acuerdo, paso miedo.
El miedo creador, de
César Aira.