Rafael Marín se preocupa, con razón, de la paulatina restricción de pequeñas libertades de los ciudadanos, sin que haya una razón clara o convincente para esos recortes. Se centra concretamente en el ya conocido caso de la ley Levi-Prodi italiana de seguridad en Internet. Miedo a la libertad.
«Dicen que la pronta reacción de la blogosfera italiana ha parado en seco este intento de mordaza disfrazado de nihil obstat imprimatur. Pero el aviso está ahí, y es claro. Los blogs o bitácoras, y estuvimos debatiendo sobre ello hace diez días en el Congreso Caballero Bonald, son esos diarios en la red que se han puesto de moda desde hace unos pocos años y que, a falta de otra cosa que hacer, entretienen las horas de mucha gente, que expresa en ellos sus inquietudes culturales o políticas, y que engloban si tienen suerte (porque abrir un blog es como tirar una botella al mar, a ver quién te encuentra y te lee) a un grupito de fieles que se dedican, mayormente en horas de trabajo (es sorprendente cómo decae el flujo del debate y la información los fines de semana), a discutir sobre lo divino y lo humano sin que la sangre llegue al río, aunque alguno siempre lo intente.»