Marisol García señala la hipocresía y las barreras que se ponen a la hora de hablar abiertamente de la orientación sexual de la poetisa chilena Gabriela Mistral. Por cierto, en el texto parece como si la autora se hubiese contagiado en parte de ese “pudor” explicativo, exceptuando su evidente título: Lesbiana.
«“No me meto en las sábanas de nadie”, advierte Luis Vargas Saavedra, uno de los encargados de ordenar este inédito legado escrito, camuflando con una dudosa apariencia de tolerancia los cientos de barreras que él mismo seguramente se ha impuesto por terror a saber lo que podría escandalizarlo. Y varios de esos académicos y ensayistas que han leído en tres idiomas los acuerdos de pareja entre Sartre y Simone De Beauvoir, u Oscar Wilde y Alfred Douglas descubren, de pronto, que el sexo nada tiene que ver con la escritura; que el celibato o la pasión no cambian ni una coma; que ser monógamo convencido, promiscuo ansioso u homosexual incomprendido son condiciones que se congelan al momento de volcar la propia vida en las letras.»