Mientras parte de su mundo ardía alrededor de él, Xabibenputa jugaba al Julepe en Gernika, ocupándose de las cosas realmente importantes.
«No sé, o no puedo, extraer ningún significado, siquiera poético al hecho de que mientras el mundo se viene abajo, cuarenta tíos se enfrascan en una nube de humo donde se reparten cartas al azar. El juego tiene droga, podría ser una explicación. Te sube, te da poder y te deja machacado. Todos los que han jugado saben lo que es ir a dormir después de una timba.
No se duerme, realmente. Se continúa jugando en sueños. Hay algo en las cartas que atrapa al cerebro y no lo suelta, ni siquiera cuando está dormido. Al contrario que en otro tipo de sueños (en mi caso al menos) las jugadas siguen teniendo lógica. Uno continúa jugando de verdad. Y se amanece con resaca. La resaca de cartas existe.»