Ignacio Romo hace un interesante repaso por la historia del uso de la EPO, la hormona sintética, como sustancia dopante, marcando como punto de partida Ocubre de 1987. 20 años de EPO.
«En ese punto, pueden desarrollarse trombos con riesgo posterior de infarto de miocardio, embolia pulmonar o cerebral. La sangre “se vuelve barro”, comentaba en privado otro hematólogo estadounidense.La EPO mató a deportistas y eso lo saben bien en Holanda. Los ciclistas que se inyectan esta sustancia ven subir enormemente sus cifras de hematocrito (los valores promedio se sitúan en el 43% para las mujeres y el 46% para los hombres).
Cuando se eleva en exceso la densidad de la sangre, ésta ya no circula por los vasos con fluidez y aquí reside el principal riesgo para el deportista. Si el trombo aparece en zonas vitales, como las arterias del cerebro o las coronarias, existe un riesgo elevado de muerte súbita.
Precisamente, la inexplicable muerte de 16 ciclistas holandeses (incluido el campeón nacional Bert Oosterbosch) entre 1987 y 1990 fue rápidamente relacionada con la administración de EPO.
Las muertes eran idénticas: paros cardíacos mientras los ciclistas dormían, debido al aumento de la viscosidad sanguínea y a la baja frecuencia cardíaca durante el sueño.»