No quedan muchos periodistas como Rogelio García Lupo. Sólo por eso, el artículo de Sergio Ramírez ya merecería la pena.
Bombones de fruta y chocolate: «Cuando había pensado que podía dedicarse a la carrera de abogado, y se preparaba para aquel oficio como escribiente de juzgado, ocurrió la muerte de Eva Perón en 1953, y lo echaron del humilde trabajo porque rehusó ponerse luto, como era la regla oficial. Y así, por un acaso del destino, de escribiente de actas judiciales pasó a escribiente de crónicas. Tenía 22 años. Y durante los siguientes cinco años tocó diferentes violines: periodismo cultural, periodismo de cine, periodismo económico, en publicaciones peronistas, valga la contradicción. O valga la ironía, pues no había entonces sino publicaciones peronistas.
La política, que es parte de la vida, arrastra consigo al periodista, lo revuelve en sus meandros, lo contamina de vicios y virtudes. Pero quien ama su oficio de pesar las palabras, sacarles filo, convertirlas en instrumentos de la búsqueda de la verdad, iluminar con ellas los secretos, sabe que la pasión crítica es una pasión independiente, y que esa pasión no puede existir al lado del poder, sino en contraposición al poder, que siempre exige pleitesías absolutas, cualquier clase de poder.»