En Sólo se vive dos veces Eduardo Hojman se asombra de que esa segunda vida que nos podemos crear en internet no sea original, distinta, colorida y fantástica como los sueños.
«En suma, cualquier segunda vida tendría que ser mejor que la primera, añadir nuevas dimensiones, prometer y proporcionar escapes verdaderos a las torpes restricciones del cuerpo físico, permitirnos atravesar livianamente la dura costra de la realidad.
Pero al parecer resulta que no. Resulta que en el chato mundo de la Second Life hay huelgas, atracos, especulaciones financieras, partidos políticos, anuncios de organismos gubernamentales y hasta corresponsales de prensa. Resulta que en vez de pasearnos desnudos y libres por un mundo cargado de sensaciones nuevas lo que hacemos es comprar propiedades, operar con bancos o similares, y movernos con la pesadez propia del mundo físico por las sempiternas reglas histéricas de la seducción.»