En Pasión por el ego Carlos Chimal explica el papel imprescindible que ha jugado y juega lo cibernético en la supervivencia del ajedrez; este es su inicio: «Todo jugador sensato sabe que, si no fuera por la aparición de las computadoras, cada vez más rápidas y capaces, el ajedrez sería un juego un tanto olvidado, manía de novelistas e intelectuales del siglo pasado. Ya Aldous Huxley consideraba que, con sus reglas sencillas e inequívocas, cada partida es como una isla de orden en el impreciso y desordenado caos de lo sensible. Cuando jugamos, e incluso cuando presenciamos cómo lo hacen otros, abandonamos el comprensible universo de la realidad diaria para encerrarnos en un reducido mundo de factura humana, donde todo es claro, intencional y fácil de comprender. Al encanto intrínseco del juego se añade su carácter competitivo, que lo hace excitante; las apuestas y la intoxicación de la multitud se suman, a su vez, a la emoción de la competencia.»