Rafael Marín, en Mortal y rosa, escribe un obituario de Francisco Umbral, pero no del Umbral columnista, sino del escritor:
«Quienes nunca han leído a Umbral, claro, jamás podrán indagar más allá de ese personaje mimado y acicalado durante décadas por él mismo. Porque más allá de la fachada, más allá del articulista pendenciero y burlesco que reinventaba el idioma de continuo, en sus muchos libros se retrata un hombre lúcido, sensible, enamorado de la palabra y de la luz que falsea su propia biografía (en casi todos sus libros Umbral habla prácticamente de sí mismo) y convierte la vida en literatura o viceversa. No hay un libro más sincero, más doloroso y terrible en la historia de la literatura española del siglo veinte que ese Mortal y rosa con el que he dado título a este artículo».