Marcos Baeza, en El coche más listo, comenta cuál es el problema fundamental para que los coches no sean autónomos y con ello disminuya enormemente el número de accidentes: aunque no lo crean, no es un problema tecnológico, sino de las compañías de seguros. Por ejemplo, «El coche no frena por sí mismo para evitar una colisión, sino que alerta primero al conductor y prepara el sistema para ofrecer la máxima capacidad de parada. Si el piloto reacciona y pisa el pedal, aunque sea tarde y con poca presión, el vehículo frenará a fondo hasta la detención completa. Pero si el conductor no llega a pisar el pedal (está distraído o somnoliento), el coche seguirá alertándole, y sólo frenará por sí solo cuando el accidente sea ya inevitable. Entonces aplicará los frenos a fondo con el objetivo de reducir la fuerza del impacto y la gravedad de las lesiones. Es la solución para mantener al conductor como responsable y sortear la problemática de los seguros».
Esto es un ejemplo claro de que la tecnología tiene que vérselas siempre con el contexto social y económico en el que se desarrolla.