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Lectores de poco fiar

Ignacio Echevaría aborda un tema interesantísimo: la escasez de buenos lectores; ante las constantes críticas a la calidad de la literatura, el articulista voltea el problema y se pregunta si el problema no residirá en que no hay apenas lectores fiables: “Así visto, el problema de la literatura no sería tanto la merma constante de «buenos lectores» (¿veinticinco mil?, ¿cinco mil?, ¿quinientos?, ¿diez? ¿Cuántos hacen falta para sostener el buen nivel de una literatura?) como el incremento indiscriminado de los mismos, la constitución de una desorbitada “masa de lectores” que revienta, por razón de su número y de su consistencia tan heterogénea, cualquier atisbo de «comunidad lectora» en la que poder confiar y con la que establecer un mínimo nivel de interlocución.
Ocurre de este modo que los escritores no saben para quién escriben; los editores no saben para quién publican; los críticos no tienen ni idea de qué representan. Ni siquiera los publicistas saben lo que les conviene decir. Todos van dando palos de ciego, y entretanto las librerías se llenan de libros destinados —dicen— a la gente que no lee, cuando no, en el mejor de los casos, a la gente a la que, más que leer, le gusta que le guste leer.” Lectores de poco fiar. [Ref.: Moleskin ]

Marcos Taracido | 21/08/2007 | Artículos | Mundo del Libro

Comentarios

  1. María José
    2007-08-21 21:53

    Siempre me pregunto si de verdad en algún momento de la historia ha habido una masa importante de buenos lectores. No de lectores que cuando no había televisión leían novelas de entretenimiento, sino si alguna vez han leído las masas, pongamos por ejemplo, a Kafka que parece una referencia universal. Yo pondría la mano en el fuego a que no. Pero los que estaban en los puestos de influencia dentro del mundo literario sí lo hacían. Eso hacía que, aunque no se leyera, se comprara y se consideraba bueno leerlo o por lo menos tenerlo.

    Ya lo he dicho varias veces que no comparto la idea de “con tal de que lean, lo que sea”. Me parece igual ver la tele que leer a Ruiz Zafón, incluso me parece más incomprensible lo segundo, no pude pasar de la página 10.

    Lo que tengo claro es que los escritores buenos y los lectores buenos se están perdiendo mutuamente. Si el número de lectores disminuye, se está incrementando incomprensiblemente el número de escritores. Para un lector es imposible encontrar entre tanta basura algo que merezca su interés, por lo tanto se aburre y deja de rebuscar. Yo confío en que Internet nos ayude a solucionar esto.

  2. Ana Lorenzo
    2007-08-22 13:53

    Yo creo que existe gente que lee y que no encuentra a veces ese autor bueno, bonito y barato (simplificando mucho) por culpa de: a) Que los libros se renuevan (exceptuemos los bestsellers en que se ha invertido mucho dinero y hay que rentabilizarlos) como la moda: lo que has visto hoy, no lo encontrarás mañana (algo así decía un anuncio de moda joven); y es que el consumismo hace que muchos libros pasen a venderse en saldos antes de que uno tenga siquiera noticia de que existan. b) Las pequeñas editoriales no pueden costearse un marketing como el de los grandes grupos, así que nos da una sensación de que lo que vemos es siempre lo mismo: algo similar a lo de la tele o el cine, en que las películas en que hay que arriesgar dinero o los programas no comerciales andan ocultos en distribuidoras pequeñas y horarios imposibles (si a este factor b se le añade que los resultados económicos tengan que medirse sin distinción de tamaño y medios, el factor a será aún más agudo: en una semana, sin que nos hayamos enterado los lectores potenciales, ya se han retirado los libros). c) El consumismo voraz no deja reposar obras ni autores: todo tiene que ser juzgado de inmediato, y se confunde la reseña crítica con la crítica pausada del especialista en un autor; se fabrican clásicos de veinte años de edad y tres de antigüedad literaria; y el público lector aprende a decir, como Cabrera Infante, que Corín Tellado (con sus libros intercambiables) es una verdadera maestra y que Cervantes está sobrevalorado. d) Los críticos (no todos, por supuesto) se casan mucho con los grupos editoriales y con las simpatías o antipatías que les despiertan los autores o editores (o con el dueño que paga su sueldo); si no se ejerce la crítica desde una subjetividad independiente, porque objetividad real no la hay nunca, sobre todo cuando se trata de un escrito contemporáneo al que critica, debería uno callar o publicar en su blog, pero no en un cultural. e) Para competir o aprovechar el tirón, como dice María José, aparece un montón de autores que escriben lo que en ese momento se lleve: ¿la minifalda?, la minifalda; ¿los dragones?, los dragones; ¿la conspiración milenaria de tradición judeocristiana y el arte?, la conspiración milenaria de tradición judeocristiana y el arte…
    En fin, a veces llegamos a las obras o a los autores por casualidad, o demasiado tarde (en saldos), pero yo creo que internet, con los blogs, los clubs de libros, las páginas de bibliotecas (sobre todo algunas), etc., está ayudando mucho a autores, pequeñas editoriales y lectores. Como lectora, me alegro muchísimo de ello.
    Un beso.


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