Precioso homenaje de Rafael Marín a Groucho Marx, en el treinta aniversario de su muerte: “Empieza la película y más o menos seguimos la historia, nos reímos, se soporta. En un momento de la trama, el pistolero de mala catadura se enfrenta a Harpo en un duelo de revólveres. Muchos años antes de Sergio Leone, todo hay que decirlo. La cámara se acerca a uno, se acerca al otro, nos muestra el pistolón del malo, vemos que Harpo se lleva la mano al guardapolvo. Y entonces saca nada menos que un cepillo y empieza a frotar el chaleco del otro. Empezamos a reírnos, por la sorpresa, por la cara de loco de Harpo, la lengua fuera. Y entonces llega el final del rollo y encienden las luces.
Y nosotros seguimos riéndonos. Y la risa de Juanito Mateos es enormemente contagiosa. Al momento, está riéndose la fila entera. Y la delante. Y la de detrás. A los pocos minutos, se está riendo el cine entero. El descanso forzoso de diez minutos entre rollo y rollo se convierte en una carcajada continua. Tanto, que cuando por fin apagan las luces y vuelven a poner la película, todavía nos estamos riendo.” El día que amamos a los Hermanos Marx.
2007-08-22 13:22
Lo de la risa contagiosa es sanísimo, en el cine o donde sea. Lo de las pelis de los Hermanos Marx es que no deja indiferente; yo conozco gente que no puede aguantarlos, creo que precisamente porque les pone nerviosos tanto caos, y luego estamos los que nos reímos con ellos. Ah, y está también esa faceta que nos presenta Woody Allen (creo recordar que en Hanna y sus hermanas) en que una película de los hermanos Marx le devuelve a uno de los personajes de una crisis existencial (tratada, por cierto, de una forma divertidísima) con final casi suicida a la vida corriente y moliente, por el sentido del humor; buena cosa el sentido del humor, que no falte.
Un beso.