Rafael Marín escribe sobre la longitud de sus novelas, los requisitos editoriales y de concepción interna de la trama: “La novela que tengo ahora entre manos, en un principio, pensé que me daría para unas doscientas y pico. Pero entonces los personajes empezaron a demandar espacio, la voz del narrador se alternó con una voz omnisciente y otras voces desde puntos de vista de otros personajes, y por un momento pensé que me iba a quedar un libro de unas cuatrocientas y pico páginas, que de todas formas serían demasiadas. Al final, aunque he buscado en todo momento rehuir de cualquier tipo de estructura, es la misma estructura de la novela la que se ha acabado imponiendo, una estructura que quizá no se nota hasta la página doscientos o por ahí, y que ahora mismo, cuando llevo trescientas siete, por aquello de acelerar las tramas que concurren en paralelo, imagino que rozará las trescientas cincuenta en total.” Palabras, palabras, palabras….