Este año le toca a Canarias —quizás porque en Galicia todavía está todo empapado—. Me interesa la visión que da Manuel Iglesias, porque pone el acento no en las críticas a la administración y su responsabilidad —imprescindibles y necesarias—, sino a un profundo cambio de la sociedad en las últimas décadas: “Hoy en día, una gran parte del habitante del campo es el hombre urbano o de tendencias ’urbanitas’, que hereda o compra terrenos, pero las más de las veces como un elemento de fin de semana al que no se atiende demasiado y del que ignora casi todo. Los terrenos dejan de cultivarse y proliferan los matojos y otros materiales espontáneos que al secarse se convierten en yesca.
Asimismo, un falso ecologismo de dejar la Naturaleza tal cual, impide que se limpien algunos bosques convirtiendo en material explosivo los terrenos y, además, proliferan los visitantes que desconocen por completo las normas implícitas que acataban otras generaciones. Usan el fuego, pero luego se vuelven a las ciudades, lejos, y no como aquel que vivía a sólo unos centenares de metros y se cuidaba bien de no dejar detrás la más mínima posibilidad de riesgo que tal vez luego lo podía afectar a él.” Prevención y reacción.