Alejandro Luque escribe sobre El desenterrador de vivos de tal manera que, con envidia sana, uno quisiera haber sido el autor del libro y saber sacar de la chistera la magia de la creación: “Con Ory me sucede lo mismo que con mis grupos de rock favoritos: cuando parece que nada queda ya por inventar, en el momento en que todo alrededor suena precocinado, refrito, descafeinado, recalentado, siempre saben cómo refundar su propia música, cómo sacar de la chistera matices insólitos, e incluso hacer que los viejos acordes se nos revelen como recién salidos del horno, crujientes y sabrosos”.