Del texto de Pablo Sebastián me interesa su propuesta de reforma de la Ley Electoral, no tanto porque me guste o no como por fomentar (yo, no él) el diálogo en torno al tema: “la Ley Electoral hay que reformarla en general y sobre todo de cara al Congreso de los Diputados y al Senado —sobre todo si esta Cámara llega a tener algún día contenido y capacidad de decisión—, para que de una vez se cumpla el principio de representatividad política, con un sistema abierto, por circunscripciones y a dos vueltas, como en Francia, para obtener los siguientes resultados: en primer lugar, para que lleguen al poder legislativo representantes de la ciudadanía con altos niveles de preparación. También para que los ciudadanos escojan, entre sus vecinos más próximos, a sus representantes y les puedan exigir responsabilidades directas, o no volver a votarlos en caso de sentirse defraudados. Y, en tercer lugar y sobre todo, para conseguir mayorías estables de gobierno e impedir que las minorías de los nacionalistas chantajeen o impongan su criterio al Estado, mientras se impide que el Estado intervenga en las autonomías bajo su control.” La reforma de la Ley Electoral.