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Tierra de monstruos

Alejandro Polanco Masa, sobre cómo la Europa renacentista retomó el interés por los monstruos: “Retomando el espíritu fantástico que podía encontrarse en obras de Plinio el Viejo, Marco Polo o la célebre Imago Mundi de Pedro de Ailly, se volvió a pensar que, si bien en las tierras europeas ya no quedaban monstruos, era seguro que en los lejanos lugares visitados por Colón habitaría todo tipo de bicho raro, sobre todo humanos «degenerados». La imaginación se alimentó así de peligrosísimos antropófagos, blemios con la cara inscrita en su pecho, panotios que, a modo de arcaicos predecesores de Dumbo, tenían orejas tan grandes que les permitían volar. Por allá, en las lejanas islas recién conocidas, debieran vivir también, sin duda, los cinocéfalos, hombres con cabeza de perro o, incluso, los esciópodos, citados en viejos libros de maravillas, seres con una sola pierna y un pie gigantesco.” Tierra de monstruos.

Marcos Taracido | 12/07/2007 | Artículos | Historia

Comentarios

  1. Miguel A. Román
    2007-07-12 17:49

    Los monstruos son necesarios, no sé muy bien porqué, pero estaría dispuesto a creer que es porque el miedo a los monstruos es necesario.

    Erradicados del planeta por el racionalismo y la evidencia geográfica, el hábitat de los monstruos se situa cada vez más lejos, Cyrano los ubica en la luna, H.G. Wells en Marte. Los niños, que no pueden o no quieren concebir espacios remotos, llenan sus armarios de trasgos y fantasmas y los sacan en la oscuridad nocturna a rondar amenazadoramente su cama.

    Luego, de adultos, nos reímos de la supuesta puerilidad, pero añoramos los monstruos y la amenaza que representan, así que pagamos por verlos en pantalla grande, ya sean dinosaurios ávidos de carne humana o mutantes vestidos con ridículas mallas y grotescas caretas evolucionando entre rascacielos.

    Nos apetece sentirnos normales y las amenazas horribles no pueden provenir de seres iguales a nosotros; eso sería aceptar que somos una raza demente.

  2. Marcos
    2007-07-13 12:22

    Es apasionante el asunto de los mapas antiguos donde señalaban con monstruos las zonas ignotas. Creo que esa es la clave. Es un miedo doble: a lo desconocido y, com bien apuntabas, a no sentirse normales; el monstruo cotidiano, los engendros, sriven para esto último. El problema es que, como también apuntas, nos vamos quedando sin monstruos; incluso los cotidianos desaparecen con los avances médicos y de cirujía; por eso cada vez más pequeñas disfunciones o simples desviaciones del canon estético empiezan a acercarse en su consideración a la monstruosidad, cuando hace apenas unas décadas pasaban totalmente desapercibidas.

    Saludos


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