Esta misma semana le preguntaba yo a Jesús Gómez Gutiérrez sobre lo difícil (por caro y solitario) que resulta criticar a la izquierda desde la izquierda. Pues se me pasó regalarles In flagranti delicto, una reunión de desmitificaciones progresistas. Por ejemplo: “Fumaroli cuenta una anécdota de Jack Lang, ministro de Cultura del hundidor oficial de barcos de Greenpeace. Un día le dio por leer un poema de Rimbaud en un Consejo de ministros y la cosa terminó en lectura obligatoria del poema en todas las escuelas de Francia. Cuando el Estado monopoliza el papel de «mecenas colectivo» —por utilizar su expresión— la cultura acaba en caricatura y en pesebre de amigos de, primos de, hermanos de, todo muy familiar y manifiestamente mediocre, gris. No es que el Estado no deba intervenir. Debe. Para crear industria, controlar desmanes y alentar la creación. Pero si el Estado es la industria, si marca las cartas y establece los gustos, las ideas, lo admisible y lo inadmisible, asesina el arte y entrona la chapuza.”