Ernst Tugendhat, sobre la razón, la religión y el misticismo, entendiendo este último como el único modo razonable de afrontar el mundo suprasensible: “En lugar de cultivar una actitud neutral taoísta o estoica, a mí me resultaría más fácil dirigirme a Dios y decirle: “hágase Tu voluntad”. Pero no me lo puedo permitir, porque yo se que Dios es una mera construcción de mi necesidad, y porque también se que si me dejo determinar por esa necesidad caeré en el autoengaño. Entonces, no me queda otra posibilidad que retirarme a una posición impersonal y puramente mística, aunque esa actitud sea insuficiente para mi necesidad y me resulte frustrante. Estoy hablando de una actitud en la primera persona del singular, porque no tengo claro si hay un hecho antropológico básico implícito en mi necesidad de decir: “¡hágase Tu voluntad!”, o si se trata simplemente de un hecho del azar, educado como he sido en la tradición judeo-cristiana.” Filosofía, religión y misticismo.
2007-06-25 14:32
Hay un libro de Ionesco, La búsqueda intermitente (Barcelona: Gedisa, impreso en Buenos Aires [Argentina], 1989), en que en forma de diario, ya mayor, habla de la religiosidad, de la mística y de la religión y la fe, aparte de la literatura y de sus obras y otros autores. Es un hombre lúcido en el sentido en que yo empleo la palabra para los que han experimentado la angustia, el vacío, la náusea (de Sartre) en sus propias carnes, de manera física; esos autores lo resuelven luego cada uno con estilo diferente: Ionesco y el absurdo, Sartre y el existencialismo, Becket y el neo-absurdo, Unamuno y la nivola, Flaubert y el realismo estético, Galdós y su realismo pre-mágico, Pavese y la poesía de búsqueda y encuentro, León Felipe… y tantos otros. Muchos acaban también en el suicidio, pero eso es otra historia.
Dice Ionesco en este libro: «La angustia me oprime, ¿por qué no luché dentro de la angustia para llegar más allá de la angustia? ¿Por qué tuve la cobardía de aturdirme?
»¿Y por qué, para quién, todavía, hablar… decir sin palabras? ¿A quién puede servirle? Les hablo a las sombras, le hablo al olvido, le hablo al vacío, a aquellos que, en el olvido, serán olvidados. ¿Aquel que ES no olvidará tal vez a los olvidados? ¿Dónde está la realidad? He querido revivir en los otros pero los otros parecen ellos también sumergidos en la irrealidad.» (p. 16)
«Yo hablo de Dios. Sin embargo, me preocupo más bien de la gloria literaria, de lo que quiero dejar a los vivos, los moribundos de mañana.» (p. 190)
Yo siempre he pensado que estos libros merece la pena leerlos en la adolescencia, cuando uno tiene la crisis existencial, y La náusea, Los rinocerontes, Esperando a Godot o El innombrable despiertan en uno mismo una identificación con el autor que te une siempre a la literatura, porque después se leen de otra manera.
En fin, Marcos, no sé si he logrado explicarme un poco. El libro merece la pena (tiene algunos errores de traducción, pero se entiende a pesar de ellos). Espero que esta nueva adolescencia siga teniendo esa fase de crisis en que uno se hace preguntas sobre sí mismo y el tiempo o el espacio llegan a causar tal vértigo que la lucidez se experimenta, cuando menos, una vez en la vida.
Un beso