Me está pasando con la Alhambra como lo que suele pasar con una canción que te gusta y acaba convirtiéndose en un hit de verano. Terminas por aborrecerla de tanto oírla. Para mí es un sitio excepcional, como toda Granada, pero la campaña para declararla una de Las Siete Nuevas Maravillas del Mundo me saca de quicio. A Javier Ortiz también: “¿Y quién ha decidido qué es y qué no es una maravilla? ¿Y por qué habría yo de participar en la fase final de una elección que se me presenta ya con una lista de finalistas cerrada y que no sé qué pretende realmente? ¿Y con qué criterio me sería dado decidir si es más maravilla la Alhambra que la pirámide de Chichén Itzá, por citar dos de candidatas que conozco, si la una y la otra pertenecen a géneros imposibles de homologar? Todavía más descabellado resulta que pidan al personal que elija entre diversas obras excelsas de la Humanidad con independencia de que las haya contemplado personalmente o sólo haya visto de ellas un par de postales. El caso del reclamo de RNE es aún más chirriante: anima a votar a favor de la Alhambra, pero no dice ni palabra de las otras candidatas, lo que obliga a concluir que se trata de una apelación lisa y llanamente nacionalista. Hay que respaldar la candidatura de la Alhambra porque es española, y no hay más que hablar.”