Muchas y variadas ideas, unas más acertadas que otras, propone Salvador Paniker en A propósito de un nuevo humanismo: “Se equivocan pues quienes oponen la ciencia a los textos sagrados, o la ciencia al arte. Respetando los correspondientes ámbitos de autonomía, todo forma parte de un mismo prodigioso forcejeo. La persecución de lo real. Que en cierto modo es también la persecución de lo absoluto. Lo absoluto que se presiente, aunque sea inaccesible. Ciertamente, la fusión de saberes como en el Renacimiento ya no es posible. La montaña de la especialización es demasiado alta. Ahora bien, cabe hacer que los diferentes saberes «comuniquen». Comuniquen sin «reducirse» los unos a los otros. Es el meollo de lo que Edgar Morin ha llamado «transdisciplinariedad», la que, sin buscar un principio unitario de todos los conocimientos (lo cual también sería reduccionismo), aspira a una comunicación entre las disciplinas sobre la base de un pensamiento «complejo». Ni todo es física, ni todo es biología, ni todo es sociología, ni todo es antropología; pero cabe enlazar estas áreas cibernéticamente.”