Fernando del Alamo narra la infancia y adolescencia de Thomas Alva Edison: “Ya fuera de la escuela y en casa con su madre, que era comprensiva, cariñosa y que había sido maestra, le enseñó a leer, a escribir y aritmética. Pero hizo algo más: le inculcó el deseo de aprender y el amor por el estudio. Convencida que su hijo tenía talento le leía buenas obras de literatura e historia. A los 9 años, Edison era un lector empedernido, aunque nunca, ni de adulto, llegó a dominar la ortografía y la gramática. Tampoco le interesaron. Su madre le regaló un libro de iniciación a la física titulado Escuela de la filosofía de la naturaleza de R.G. Parker. El pequeño Al realizó todos y cada uno de los experimentos propuestos por el autor. A los 10 años gastaba todo su dinero comprando productos químicos al boticario y su dormitorio estaba repleto de botellas y frascos.” Un jovencito llamado Edison.