Es un texto muy personal este de Idgie W. Macgregor sobre las trampas, pero la defensa apasionada del engaño como un gran arte que expresa en este párrafo me parece una joya: “Pero una trampa bien hecha es puro ingenio, un divertimento. Es épica, un reto, una gesta que se convierte en un fin en sí misma. El buen tramposo es aquél que se olvida incluso de ganar el juego, el que a veces hasta sacrifica su propia victoria por algo que sabe que va a trascender mucho más allá de esa partida concreta y de esa reunión de amigos. Una buena trampa debe ser bien acogida, celebrada, incluso: gracias a ella el juego nunca llega a ser algo rutinario porque nadie, ni siquiera el propio tramposo, sabe lo que va a pasar. El purista de la trampa, por otro lado, no querrá pasar desapercibido. Sufrirá más que nadie hasta conseguir llevar a cabo su plan, pero en el fondo está deseando ser descubierto y que sus proezas salgan a la luz. La culminación de todos sus esfuerzos no llegará con la victoria, sino con la reacción de asombro, perplejidad o incomprensión de los demás cuando lo confiese todo.” Jugar Limpio.