Carlos Alonso Romero aprovecha unas declaraciones un poco bobas de Castells («Hay muchísima más gente interesante en Second Life que en cualquier mitin electoral, y los políticos que entran en esa dinámica demuestran su conexión con la sociedad real») para pisar un poquito el freno de la euforio de quienes vemos en internet un revulsivo revolucionario que cambiará el mundo para bien: “Estos últimos diez años nos han confinado a un rol de espectador más que cualquier otro decenio del pasado siglo. Porque lo cierto es que Internet no ha hecho más que aumentar la inmensa brecha que ya existía entre nuestra capacidad de vivir y la acción vital efectiva. Parece que sólo nos quede mirar. Contemplar desde nuestro extrañamiento. Y una web 2.0, con el perfeccionamiento de la virtualidad de la participación, no es sino una profundización de la brecha. Los espacios sociales virtuales son sobretodo eso: virtuales. Pueden ser sociales, sí, pero prácticamente todos los procesos tienen algo de social. La imposición de la categoría «social» sobre cualquier acontecimiento no lo convierte de una vez en deseable. El fascismo también es un proceso social. La adjetivización, en este caso, pretende crear movimiento a posteriori allá donde donde no lo hay.” Espectadores participantes.