Antonio Muñoz Molina, El cuento de los antepasados: “Quienes creen en los pueblos creen también en caracteres colectivos que se mantienen intactos durante milenios, y de los cuales los individuos —es decir, las personas reales— son tan sólo encarnaciones pasajeras. Para el nacionalista irlandés, los celtas serían soñadores, pacíficos, inclinados a la poesía; los anglosajones, prácticos, crueles, eficaces. Las virtudes de un grupo, con apenas ligera variación, se convierten en los defectos del otro: para el colonizador inglés, el alma celta de los irlandeses sería no la razón de sus méritos sino de sus peores defectos. Poéticos, soñadores, apacibles, los irlandeses no servirían para nada, y sería normal que un pueblo aguerrido y eficiente como el anglosajón los sojuzgara. Las mismas leyendas que alimentan el orgullo legitiman el fatalismo: hemos sido así durante milenios y no vamos a cambiar, declaran los portavoces de un grupo; han sido siempre así, y por lo tanto no tienen remedio, concluyen los otros. En ambos casos, el albedrío individual, la posibilidad de progreso, quedan excluidos. Y si alguien disiente del grupo se vuelve peor que el enemigo.”
2007-05-21 16:52
Este tipo de argumentos me parecen vacíos e incluso contraproducentes.
Vacíos, porque no creo que se haya llegado a ese estado de cosas por un razonamiento ni científico ni racional, son memes imbricados en sentimientos y, como tales, resistentes al razonamiento. El buscar un argumento para esos sentimientos es un epifenómeno con el único objetivo de que sea públicamente presentable.
Contraproducentes, porque si entramos en este tipo de argumentos parece que sí está justificado que puedan establecerse esas diferencias cuando la genética las avale.
Todo esto sin entrar en lo complicado que es en ciencia establecer clasificaciones, ¿hasta que punto una rama un puede verse a su vez como un nuevo tronco? Pero esto sería otro tema.