Inquilino nos deja una sentida (y compartida) defensa de las irregularidades en la lengua: “Todo niño que aprende a hablar español como lengua materna será corregido una y otra vez en su proceso de adquisición. El pecado no será otro que el haber comprendido de forma inconsciente la estructura profunda de su futura lengua, haber sido capaz de deducir que si se dice «yo como», necesariamente habría de decirse «yo sabo».
Los mecanismos por los que surge la irregularidad en una lengua son extraños e insondables. El que la anomalía sea más pertinaz en aquellos términos de uso más frecuente apunta hacia nosotros, los propios hablantes, que vamos haciendo nuestra la lengua y moldeándola a nuestro gusto. Por eso, quizás, resultara fallido el sueño del esperanto, una lengua feísima nacida de una idea hermosísima. Una lengua sin hablantes es algo inerte, anodinamente regular, soporíferamente exacta. Una lengua que no crece ni evoluciona ni se transforma conforme lo van precisando sus usuarios.” Palabras, letras y puntos y comas.