Cuando Gunther Grass confesó su pertenencia en el pasado a las SS alemanas la cantidad de gente que se llevó las manos a la cabeza fue enorme. Parece que lo bueno, lo moral, lo normal debe ser negar cualquier cosa pasada que sea mal vista en el presente. Eso mismo critica Alberto Benegas Lynch: “Ahora que se acaba de recordar el episodio de las islas Malvinas, pocos son los que reivindican el hecho de haber estado en la Plaza de Mayo gritando «el que no salta es un inglés» y otras sandeces. El irresponsable y temerario uso de la fuerza en aquella ocasión acorraló a los pocos que nos oponíamos a semejante aventura. Incluso en una Academia Nacional seriamente se propuso expulsar a un premio Nobel extranjero de la corporación por haber manifestado que «si todos los países que consideran les corresponde cierto territorio lo invaden, el globo terráqueo será un incendio mayor del que ya es». Afortunadamente, privó la cordura y la moción no prosperó. Con toda la consideración y el respeto que merecen los caídos, los heridos y todos los que han sufrido en carne propia los horrores de la contienda bélica, una vez puesta en evidencia la aberración, parecería que fueron pocos a la plaza y fueron pocos los que apoyaron la atrabiliaria y peligrosa idea originada en la mente de un canciller que ya había propuesto su descabellado proyecto antes a otro gobierno, también de facto.” La manía de la autopsia.