Reportaje de Ander Izaguirre sobre una tribu nómada africaba: Nómadas afares. A tres kilómetros del infierno: “Pero no tanto. Ahora, por ejemplo, su patria está al borde del asfalto. Después de las sequías de los años ochenta, que exterminaron al ganado y mataron de hambre y sed a miles de personas, los Gobiernos colocaron bidones a lo largo de la carretera, y en la época seca —la rematadamente seca, se entiende— un camión cisterna pasa cada pocos días para llenarlos de agua. Esta medida cambió las rutas de los nómadas afares, que ahora acampan varios meses al año cerca de la carretera, pero no fue la única costumbre que ha variado. Los afares se ganaron una fama terrible porque atrapaban a los exploradores europeos para cortarles los testículos y así demostrar ante su tribu que habían matado a un enemigo, requisito indispensable para integrarse entre las personas respetables. Se contaba que algunos afares, desesperados porque no conseguían asesinar a nadie, abrían el vientre a mujeres embarazadas de otras tribus con la esperanza de que el feto fuese varón y matarlo.También se les acusaba de antropofagia. Esa reputación feroz se ha disuelto y ahora los afares acogen a los pocos extranjeros que caminan por su territorio. Ofrecen un turismo rudimentario y amable: guías para recorrer las rutas nómadas, alojamiento y comida en sus tiendas tradicionales, veladas que se deslizan entre conversaciones, música y las anfetamínicas hojas del kat.”