Dicen que los niños nunca mienten. Ergo, o los genes están programados para que comencemos a mentir con la adolescencia o el ADN tiene una cláusula que dice que cuando el humano forme parte del eslabón del poder se active el gen de la mentira. O eso, o que también sea una mentira que los niños nunca mienten. Todo esto a cuento de
La alternativa, artículo de Mariano Gistaín: “Ahora afloran muchas mentiras contables y en un primer momento parece que el sistema se resiente por la parte más sensible, la bolsa, pero luego se va viendo que las mentiras son la esencia del sistema, e irlas desvelando sólo es otra forma de marketing, otra forma de estar en el candelabro, pues los bancos nunca perecen y sus engendros, por muy retorcidos que sean, siempre acaban encontrando el bálsamo de los Estados, especie de socorros mutuos para solventar las quiebras y las delincuencias de altura.”