Maximiliano Sbarbi Osuna pinta la contradictoria situación de Angola, cuyo crecimiento económico espectacular no ha sido percibido por la inmensa mayoría de sus habitantes: “Angola debe sostener este crecimiento para lograr sacar de la pobreza a sus casi 17 millones de habitantes. Los principales obstáculos para lograrlo son la enorme corrupción de su gobierno y la escasa participación estatal en la renta petrolera. Por ahora, los yacimientos de diamantes están en su mayoría en poder del gobierno, pero si las privatizaciones exigidas por los organismos multilaterales de crédito y los países acreedores de Angola se llevan a cabo, la ex colonia africana volverá a ser dependiente de las potencias dominantes, como lo ha sido por siglos de Portugal, el tráfico de esclavos y saqueo de sus recursos.
La mayor parte de la población no ha percibido una mejora sustancial en su calidad de vida. Las infraestructuras del país han quedado destruidas, en cinco años no se han podido o no ha habido voluntad política para restituirlas. Solamente dos de cada diez angoleños tiene acceso a la electricidad, el resto utiliza la madera para producir energía o calor, lo que conduce a un serio riesgo de deforestación.” Angola: de la guerra civil al boom económico.