El asuntillo ese tonto del violinista virtusoso tocando un stradivarius en el metro de Washington es una muestra de la torpeza, infantilismo y/o manipulación a la que nos somete la prensa; del experimento intentan sacar conclusiones filosófico-existenciales absurdas, y lo peor es que se repite sin atisbo de análisis crítico en todo el orbe mediático y tertuliano. David Álvarez atina: “Pero la prueba está mal hecha. Llena la boca ya con la idea pura de la gran belleza, habría que haber seguido su rastro hasta el final, hasta ese Symphony Hall de Boston que Joshua Bell, el violinista excelso, había llenado tres días antes en una función para la que las buenas localidades se vendía a 100 dólares. Hasta el lugar donde de verdad saben de eso. Ése es el lugar para el experimento. Vayan antes al metro, encuentren a un virtuoso del Este (por lo del punto exótico): búlgaro, rumano, bielorruso… da igual. Denle un tour de belleza estilo Pretty Woman, pongan su cara por toda la ciudad en carteles que anuncien un concierto en el Symphony Hall con entradas carísimas y, entonces sí, esperen a ver qué pasa. Es posible que el público –después del notable desembolso y las semanas de pavoneo frente a amigos varios por haber conseguido tan difíciles entradas– siga el concierto con el embeleso habitual, y que incluso haga salir varias veces al sorprendente bielorruso.” ¿Por qué lo llaman belleza cuando…?.