Miguel Sánchez-Ostiz, Viajar para contarlo: “Chesterton, que de viajero tampoco tuvo demasiado, dejó dicho que el viajero ve lo que ve, mientras el turista ve lo que ha ido a ver. Tal vez sea demasiado sutil y a esto último habría que añadir que ve «lo que le enseñan», y admitir que solo se ve eso es un fracaso que se oculta de la mejor manera posible. El viaje es un negocio que atrapa hasta a los febriles lectores de National Geographic, y lo cierto es que de los límites que eso impone es muy difícil salir, así se enmascare luego el relato como se enmascare, dependiendo de la habilidad del cronista de costumbres exóticas, género en franca decadencia: antes las reliquias venían de rincones remotos, ahora las venden en las falsas Compañías de Oriente que abren sus puertas en la esquina.
Se viaja para traerse el trofeo: la pata del elefante, el arco del indio, y hasta esa certeza mema de que, como el puchero de casa, en ningún lado. Por eso las publicaciones especializadas proponen páginas positivamente falsas, por eso los textos de los reportajes tienden casi siempre al engañabobos y a la simpleza, y a ocultar los rasgos menos amables, los únicos que merecen la pena, los incorrectos, los impresentables.”