Leo y releo este texto de Javier Ortiz y no sé si le entiendo y estoy de acuerdo, si no lo estoy… o si no le entiendo. Juzguen ustedes: “La violencia de ETA es –lo he escrito cientos de veces, y lo he razonado punto por punto en muchísimas ocasiones– éticamente repulsiva y políticamente contraria a los fines que dice pretender. Pero hay muchas otras formas de violencia, algunas no sólo aceptables, sino positivas (emplear la fuerza para detener a un asesino, por ejemplo, es un acto loable). Otras merecen reprobación. Las hay que son tan rechazables como las de ETA, pero no tienen nada que ver con ETA, e incluso se pretenden contrarias y hasta necesarias para acabar con ETA. Cuando la violencia que conculca derechos y libertades es ejercida por servidores del Estado –el ejemplo de la tortura se hace aquí inevitable–, tiene un grado suplementario de perversidad, puesto que se ejerce con cargo a los contribuyentes directos e indirectos, es decir, nos convierte a todos en cómplices (en cooperadores necesarios) de su maldad.” La violencia