Ánxel Vence, No hay vicio sin ley: “Embarcado en una meritoria cruzada contra el vicio, el Gobierno no deja apenas lacra alguna fuera del alcance de sus ordenanzas. Está ya en vigor una ley contra el tabaco y en camino otras dos que en su día regularán el vino, el cine y acaso el consumo de palomitas. Puesta a dar la nota legislativa, la voluntariosa ministra de Cultura prevé incluso una Ley de la Música que pondrá por fin orden en el anárquico mundo de las corcheas.
Salvo (por ahora) la fornicación, no hay recreo alguno al que el Gobierno haya dejado de aplicar su necesario correctivo en forma de ley. Actos por su propia naturaleza tan privados como fumarse un pitillo, pedir un vino en la barra de un bar, disfrutar de una pieza de música o ver una película están —o estarán— sometidos a la vigilancia cautelar del Estado, que actúa como un padre severo de los que ya no quedan.
La manía de establecer reglamentaciones para todo no es, en realidad, una tradición exclusivamente española. Pertenece más bien al ámbito de la cultura latina en general, tan dominada por el culto a la burocracia, los títulos y los blasones.”