Luis Barrera Linares, Acólitos anónimos y egotecas hinchadas: “Se cae en el error de pensar que, independientemente de la escritura, por encima de una obra original y contundente, se puede cambiar el estatus literario hiperdesarrollando con énfasis el síndrome del sepulturero. O sea, matando de boca a toda una tradición, asesinando oralmente, o a través de la ocasional entrevista de prensa, a quien se atraviese (sean individualidades o instituciones).
Ignoran que las revoluciones literarias contemporáneas (mucho más que las referidas a otras artes como la plástica, la escultura, la música) son apenas sacudones imaginarios en los que, ocurra lo que ocurra, no pasa nada, por cuanto su efecto comunitario, eso que los sociólogos llaman el “impacto social”, es tan pequeño que ni se siente. “