Carlos Arribas recuerda la figura de Fosbury, el inventor del salto de altura de espaldas, el estilo de salto que se sigue practicando hoy: “El silencio. Las crónicas cuentan que, por primera vez en unos Juegos, el estadio no vitoreó la entrada del ganador del maratón, el etíope Mamo Wolde. Y no fue por antipatía, sino porque coincidió con un salto de Fosbury. Y Jorge González Amo, mediofondista, participante en el 1.500, recuerda cómo en la mañana de la calificación los espectadores se amontonaban en la curva del estadio en la que estaba ubicado el saltadero. «Fue alucinante. Fueron los mejores Juegos», dice González Amo; «nació el atletismo moderno, la pista de tartán, las pértigas de fibra de vidrio, las colchonetas de espuma para aterrizar después de saltar, sin las que habría sido imposible el Fosbury so pena de desnucarse en los fosos de arena».” La revolución Fosbury