Marta Salazar repasa partes de la biografía del ex presidente estonio Lennart Meri, a punto de llegar al primer aniversario de su muerte. Por cierto que el texto va algo más allá de la mera revisión de hechos y no sé si comparto lo que subyace: “Meri explicaba que en aquellos vagones que trasladaban a los deportados del Báltico a los campos de concentración de Siberia y Asia Central, estaba prohibido cantar. Ello se debía – continúa – a que los militares polacos asesinados en Katyn, entonaban cantos cristianos en los vagones que los conducían a la muerte, lo que desmoralizaba a los soldados soviéticos que estuvieron cerca de no cumplir su misión… y atemorizaba a los comunistas. Para que no volviera a ocurrir lo que los católicos polacos habían estado a punto de lograr, las autoridades ateas prohibieron el canto a los luteranos estonios…
Al partir, su papá Georg Meri – diplomático estonio y traductor de Shakespeare – le dijo «cuida a tu mamá y tu hermano, ahora eres el hombre de la casa», tenía doce años. Fue la última vez que lo vió.” El comunismo ha muerto, pero nadie ha visto su cadáver.