Sergio Ramírez, Nombres de la melancolía: “La ciudad, nuestra ciudad, que cada día entra más en el pasado, nuestro propio pasado, y la vemos así alejarse en el horizonte, tragada cada vez más por la niebla, y entonces, hacemos nuestra lista: gritos perdidos de niños que juegan en el patio de una escuela, el grafiti en una pared, la estela de un avión que cruza el cielo con rumbo desconocido, las luces que se encienden en la marquesina del cine de la esquina, los autobuses atestados de gente que regresa a sus hogares, un ensayo de piano o de clarinete tras una ventana, el ulular lejano de una sirena en medio de la noche, el llanto desconsolado de un borracho solitario, los pasos de una pareja que se aleja acera abajo.
¿Y qué, si se trata, por ejemplo, de una ciudad desaparecida para siempre, que sólo puede vivir en la memoria, como Managua, destruida dos veces, la última por el terremoto del 22 de diciembre de 1972, la ciudad que dejó de existir y nunca más volverá, un fantasma de ciudad, rodeada ahora por el cerco de la otra Managua falsa y fea?”
2007-03-01 17:37
Es un estupendo artículo. Particularmente es notable cómo percibimos lo que guardan las palabras, se digan como se digan, y aunque lo sabemos en ocasiones, me parece, lo olvidamos.