Espléndido el acercamiento cauteloso pero sin miedo a la muerte de Alejandro Polanco Masa: “El cadáver, como elemento central de una especie de liturgia, como punto focal de una reunión social que servía para que vecinos y parientes compartieran durante una noche la casa del finado recordando, rezando y, muchas veces, limando asperezas que de otro modo hubieran discurrido por otro camino, forma parte de esos recuerdos cincelados entre aquellas velas que iluminaron esas noches castellanas. Son curiosos detalles los que ahora me llaman la atención y no dejan de ser intrascendentes, pero me resultan muy llamativos. Un ataud colocado sobre las sillas de un salón, unas sillas y una estancia que habitualmente eran utilizados por los habitantes de la casa a la hora de las comidas. El hecho de abrir una vieja tumba, de hacía décadas, con cuidado para no hundir el ataud que habitaba en la profundidad del suelo y ver que, pese a todo, las frágiles tablas de lo que un día fue sólida madera, se deshacían al simple contacto con el aire para dejar a la vista un esqueleto que, para no ser menos que la madera, también se desmoronaba al recibir el saludo del aire y la luz.” La imagen de la muerte