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La banalización del mal

Siempre tengo mis serias dudas sobre prohibir cualquier cosa en televisión, sea una entrevista o un simple anuncio, como el polémico de Dolce & Gabbana donde se simula (o eso dicen) una violación colectiva hecha, eso sí, con elegancia. Pilar Rahola está mucho más indignada con esto: “Oí estos días que se pedía algún tipo de boicot, que era necesario que estas marcas sufrieran pérdidas, cuando cometen tamaños despropósitos. Reconozco mi incredulidad al respecto. Los tipos ya han multiplicado por decenas, a modo de ganancia, lo poco que puedan perder porque algunas mujeres conscientes y algunos hombres solidarios les borremos de nuestro mapa comercial. Saben que, ante esa maquinaria implacable, una lucha reivindicativa no rasca ni el decorado. No creo que la cuestión se pueda zanjar con actitudes personales. Es un tema de salud democrática, de cultura de la convivencia, de compromiso ético y legal contra el delito. Por ello, es una cuestión pública, y por ello mismo son los gobiernos los que tienen que protegernos de la publicidad cuando se convierte en apología del delito. ¿He dicho apología del delito? ¿Y qué es, si no, una campaña publicitaria internacional que juega con el equívoco de la violación, envuelta en el envoltorio dorado del lujo?” La banalización del mal

Alberto Haj-Saleh | 23/02/2007 | Artículos | Crítica social

Comentarios

  1. pep r.
    2007-02-23 11:23

    Complicado, muy complicado.

    EL problema, como siempre en estos casos, es quién regula, quién decide qué sí y qué no. Yo, por ejemplo, considero más penable los anuncios dirigidos a los niños, de juguetes por ejemplo: todos ellos sexistas, incitadores a la violencia, al consumo desaforado. Quizás fuese más interesante otras alternativas:

    - educar en la recepción de mensajes, que los niños aprendan a leer los anuncios.

    - Eliminar los anuncios de los Medios estatales, a ver si así de una vez por todas se dedican de competir en incompetencia con las privadas.

    - Sancionar, eso sí, los anuncios engañosos o directamente mentirosos, que son muchos.

  2. adela
    2007-02-23 13:34

    Estoy de acuerdo en que es complicado, muy complicado. Pero en este caso yo – liberal, anticensura, vive y deja vivir- estoy del todo con Pilar Rahola. Será porque me toca más de cerca, no sé.

    Como bien dice Rahola, la banalización del mal es un tema peligroso. Y la provocación como recurso para llamar la atención es terreno pantanoso, añado yo. Y se se juntan ambas cosas, agarra y vámonos. Provocar puede estar muy bien cuando tiene un fin: despertar conciencias, desencadenar reacciones. Pero provocar por provocar —o peor aún, provocar por vender— es peligroso, porque tiende a banalizar, a hacernos más insensibles ante las imágenes, de modo que entramos en un círculo vicioso en el que la única solución es provocar más, tensar más la cuerda. Y así llegaremos a un punto —del que no estamos tan lejos— en el que sólo reaccionaremos ante el mal extremo o el daño directo.

    Claro que esto no sólo pasa en los anuncios, también se ve mucho en los programas de televisión, sin ir más lejos.. (Cuántas veces, detrás de la coletilla “estas imágenes pueden herir su sensibilidad”, hemos visto algo que no sólo no debería ser emitido por televisión, sino que aún peor, no no nos ha impresionado lo más mínimo…)

  3. adela
    2007-02-23 13:40

    Uy, dije “agarra y vámonos” cuando era apaga y vámonos…

    Por cierto, no me había dado cuenta de que el tema también se trata unos posts más abajo (referido a la violencia en televisión)


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