Alejandro Polanco Masa nos cuenta el experimento del los hemisferios de Magdeburgo que Otto Von Guericke llevó a cabo en 1654: “Era el momento de demostrar el poder de la presión atmósférica. Los hemisferios tenían varias argollas a las que se unieron gruesas sogas asociadas a dos grupos de ocho caballos, un grupo a cada lado. La esfera está en el suelo, los caballos se agitan nerviosos, los ayudantes de Von Guericke esperan su orden. En un instante, ante una vigorosa orden emitida por el burgomaestre, los ayudantes azuzan a los dos grupos de caballos que, con todas sus fuerzas tiran de en sentidos opuestos de cada uno de los hemisferios. El público se levanta, los murmullos crecen, nadie cree lo que está viendo. La «lógica» les decía que los dos hemisferios —que no estaban soldados ni pegados ni unidos entre sí nada más que por la fuerza de la presión atmosférica exterior puesta de manifiesto al hacer el «vacío» en su interior— se separarían casi al instante al sentir la extraordinaria fuerza de los caballos sobre las argollas. Pero no, alquellos tozudos hemisferios de cobre, unidos sólo por contacto, aguantaron el esfuerzo de los caballos durante un tiempo considerable.” El poder de la presión atmosférica.