Me ha gustado el canto de amor/odio al cincuenta por ciento de Marta Peirano hacia Google y todo lo que significa en su/nuestras vidas: “Hace unos años, nuestro acceso a información sobre un fascinante recién llegado estaba limitada al ememento en cuestión y a nuestros puntos de contacto con él (el anfitrión de la fiesta, la organización del evento, la hermana de un amigo…). Y nuestros puntos de contacto son jodidos, se cobran la información con sangre. Preguntar casualmente a alguien por un tercero que has conocido en su mesa es el principio de una larga lista de humillaciones que incluyen una animada discusión acerca de nuestras vicisitudes sentimentales, la ristra de ex, el suculento anecdotario de un pasado de insconsciencia carnal y todo para qué, para saber lo que ellos saben que, normalmente, es muy poco. La investigación pública está necesariamente paralizada por el pudor social y el instinto de supervivencia. Google nos da la oportunidad de recibir información de fuentes que nos son felizmente ajenas y seguir todas las pistas intrépidamente, sin que nadie nos pregunte nada. Sin que nos toqueteen.” Espías como nosotros