Perdónenme el chiste pero tengo una amiga argentina que llama a las paradojas “parajodas”, según ella porque por mucho que uno reflexione sobre ellas siempre se acaban repitiendo y… fastidiando. Arnoldo Kraus lo explica bastante bien: “Somos paradójicos por necesidad. Trazar falsedades y aceptarlas como verdades es un arte humano que permite caminar sin acongojarse en exceso. Tolerar lo absurdo es un fardo con el cual convivimos para no desgastarnos demasiado. Aprendemos a mamar ideas extrañas y molestas sin que nos desvelen demasiado. Las acogemos y en ocasiones las aceptamos con beneplácito para poder mentirnos en voz alta. Hacemos nuestras múltiples contradicciones e inventamos lo necesario para que no mellen en exceso nuestra existencia, y, en ocasiones, incluso, les damos la bienvenida con furor. Somos paradójicos por necesidad. Alejarnos de esa característica implica tener un grado de verosimilitud demasiado pesado para la condición humana. Aunque parezca paradójico, no lo es: las paradojas nos permiten mentirnos sin remordimiento.” Lo paradójico de las paradojas